[2001-2008]
de Gerardo Lino
en
Turner, The Blue Rigi, Lucerna Sunrise, 1842
Y para abrir boca, otros tres de ellos ahora mismo:
Hordas quincalleras de resquicios
sicofantes mayoristas de misterios
o plagas castradoras de segundos
y catervas usureras de asequibles
(unos engendros atacan a otros
entanto alguna historia en germen
persiste entre las líneas:
al otro lado de las abrasiones
del mediodía, una discreta noche
aguarda, a mitad de la torre,
alejada en su penumbra
por siglos de cal y canto
de la albuminuria sofocante
del cotidiano mascullar:
columna de aire, pozo
de frescor para el oscuro,
impávido tentador de resplandores
y de los timbres prístinos)
A leguas de los retorcidos
augures de tanta tenebra
la caza del no por ventura
halló su acento en Elsa Aguirre.
Impensable
no es
aunque nadie lo hubiera ya pensado
que el dios de los teólogos administrativos
el mismo de los santos heresiarcas
de los apóstatas contribuyentes
el mismo numeroso de los gnósticos
decidiera probarse como hombre
vil materia degradada
a las condiciones del deseo
aun sabiendo
desde su omnisciente eternidad
de terribles consecuencias temporales
—que son los peores cancros—
de la destilada gota al rojo vivo
en que se torna la insaciable
no importa si inmortal sino insaciable
dipsómana medula de ser hombre
—no importa el sexo, el sexo es todo—
que no se basta con lo suficiente
sea razonable alimento
onírica obtención
procedencia del ello y las otras dos personas
sea de los más dispersos gustos refinados
sea simple y llana punzada animal
decidiera probarse como hombre
sin pecado y con pecado
—si no qué caso—
nomás por saber lo que se siente.
Es de una sutileza
que no tiene medida
cuenco elegido desde el seno mismo
por una voluntad reputada de insondable
bajo cuyo designio nació con los talentos
pudo haber prosperado por sí sola
el agua era un gozo
el aire era un gusto
añadiduras sol y tierra eran
que la noche durmiera le llamaba la atención
que la lluvia jugara sin compañía
o la gloria de la luna pasara sin pena
parecida a los semblantes del día
con nubes en el orto desde el violeta al blanco
con figuras ambiguas o nítidos perfiles
a su paso crecía sin preguntarse cómo
así llegó su momento a encontrarla
sola dirigió sus pies intactos al altar
tomó su sitio
recibió el aceite
contempló su flama
comenzó a preguntarse
luego de tres lustros
de actos propicios refrendados
para guardar el fuego de pureza
sin porqué
y un rumor sobre el vino del delirio
de curiosos festejos de lo fértil
vislumbró sus respuestas en la diosa
por qué no he de ser yo.