jueves, 25 de noviembre de 2010

Dejos

Gerardo Lino









Giro

y parece

haberse quedado algo

Frente a un lugar

darse vuelta y creer

haber olvidado algún objeto

Avanzar y sentir

perdida alguna cosa

una parte que me pertenecía

Irse de ahí una vez tratado lo tratado

y quedar en el desasosiego de no haberse cumplido

hasta la última de las últimas gotas de lo hecho

Seguir alejándose de cada lugar

con esa sensación de qué era eso de mí

como si cada acto consumado consistiera en dejar de ser



Giro

y apenas me doy cuenta ya muy lejos del sitio

deshilvanándome mientras más me alejo

(qué era eso de mí que habré dejado):



esas jovencitas acabadas de llegar


&




ser y ser lo que no se alcanza

LEZAMA LIMA



En la noche

no en la noche astronómica

que al fin tiene sus horas contadas

sino en ese quebranto sin medida

de haber sabido de la luz de haberla visto

y ya no poder verla

por más que se le busque

se le rememore

se le compongan elegías

palinodias panegíricos odas

o en lienzos de óleo imitarla

en lienzos de agua repetirla

conjurar su presencia en trastroquelados mitos

aún más

y en sonidos cristalinos evocarla

como si todavía hubiera tiempo para seducir

engatusarla hacerla caer rendida por tánto amor

confundida por un eterno instar con esa música



en la noche

yace el resto de tus días

para dolerte de tánta inútil pérdida

para hurgar en tu llaga alguna culpa

cuál habrá sido el error de tus errores

desperdicio de ser para que entiendas


&






Hacer acaso es deshacerse

Quedarse quieto, quizás pudrirse

Vas a una cita, te alegras de su aparición

por las columnas, besos y un abrazo

degustas la melodía de ciertas frases

te deleitas en el timbre y en los gestos

alcanzas el fruto de su presencia

hasta que llega la hora señalada

Regresas contento aún con las impresiones frescas

Pero ya en esos pasos

comienza a volverse humo

apenas una figura en la memoria

refugiada del fragor de la fugacidad



¿Qué hubo en los ojos el tacto los oídos?

¿Qué crees que fuiste mientras estabas con quién?

No habrá lugar donde pueda hallarse ese cuándo

&




Vuelves a esa plaza

a la banca en que acababan de sentarse

cuatro jóvenes

a la misma hora según decía el reloj

de aquella tarde

en el instante en que te ibas



Te extraña que las cosas sigan en su sitio

y a la par estén ajadas sin su aroma



Qué raro que este día también se llame sábado

&






En la cama sin bordes

en el pasillo helado

estamos solos

contemplando las vetas de la mesa

bajo el chorro de agua caliente

reconfortándose con una taza de café

estamos solos

y respondiendo al saludo de un niño

caminando sin pisar las rayas de las losas



Si parece natural como el aire al nacer

¿qué hay de irrespirable

tan áspero que no se puede soportar

en ella?

Y no habrá costumbre que la haga disiparse

&




Ignoras lo que eres en el acto

Estás metido hasta la médula

Más allá del acierto o del error

no sabes lo que eres

solo haces

Ya en la consecuencia podrás asomarte a lo que fuiste

verte como si fueras otro

reconocer

aquellos rasgos previstos en el antes

o asombrarte

de lo imprevisible que ya es tuyo

Pero nunca en el acto

El acto sin antes ni después solo te dice

qué no eras y qué no eres

Ahí radica la insidia

la insinuación



Guardas todo en su lugar y,

al cerrar la puerta, dudas

&







Memoria de la luz

quisiera ser la luz

canta como la luz

pero nunca es la luz

&






Quedamos en volver

Queremos repetir

Mirar nacer aquel instante

Gozar de nuevo aquel comienzo



Y la siguiente vibra todavía

Guarda sorpresas de fondo en el fondo

Un encuentro preñado de otro encuentro



Nadie sabe el número ni que se agotará

Mucho menos cuándo será la última



Corta o larga la rueda de esa dicha

habrá de detenerse por su propio peso

y fuerza

ausente



A ver cuándo nos vemos…

&





Talvez no lo hice bien

Razonablemente preguntas

Luego vas a intentarlo

Incursionas en el meollo de la cuestión

Y te encuentras haciéndolo de nuevo

Pero sin darte cuenta de nuevo

De eso: que lo estás haciendo una vez más

Por muy minucioso que hayas sido

Por mucho cuidado que hayas puesto

Es otro

Podrías captar ciertas pequeñas variaciones

notar desvíos minúsculos en el transcurso

ver que no es lo mismo mientras lo estás haciendo

por más que tan semejantes aparezcan



Porque no es el tiempo un archivista

ni siquiera un noble bibliotecario

no guarda ni ordena una sola hoja

no espera para cobrarse a largo plazo

no encona rencores ni anida venganzas

es más puro que el amor de San Pablo

es el olvido puro

y el más esclarecido caballero


&





Tan común y corriente

cosa de lo más normal y de todos los días

sustancia inherente de nuestro ser

dicen los que saben



Pero huimos de ella

y sin recato nos entregamos a cualquiera

Si se nos impone porque no hay opción

no podemos estarnos ni tan solo aguantarla

incluso si nos hacemos a la idea

de amarla por nuestra real y soberana gana



Entonces salimos a las calles

a ver con quién o con qué cosa nos topamos

aunque con nadie en especial nos encontremos

y el regreso sea aun más pútrido que higiénico



Al menos nos dio el aire

al menos pasó el tiempo

&




Y si la soledad fuera la luz



Pero no


&






Hacer

Meterse en el trabajo

Organizar actividades

Diversificarse en los deberes

Fantasmagorear actos gratuitos

Calendarizar dosificar dirimir

Poner los preparativos a la orden del día



Hacer que estamos y

hacer como que no estamos

incluso festejar en las más perdidas fiestas

ebriedad baudeleriana

o virtuoso renunciamiento

servir a la poesía o a la ciencia

hasta la más neta santidad



son placebos momentáneos

píldoras doradas



Por eso actuar es solo un vicio

&





Dónde andarán aquellas cuatro jóvenes lucientes

Estarán mejor aquí en figura

Estaría mejor haberlas conocido



Fútiles preguntas que ni merecen signo



&





Sin salir de mi casa

con la soledad enfrente

a mis espaldas

arriba de mi hombro

en mis rodillas

en el plexo desabriendo

torciéndome los huesecillos

metacarpos metatarsos y falangetas

coyunturas y probos ligamentos

yunque martillo estribo y caracol

tratando de deshacerme de ella

no he tenido de otra sino hacer

memoria de ella hacer

de ella estos medidos disimulos



Y el tiempo no se apura


&







¡Estoy cansada y enferma

de estar cansada y enferma!



HEROINÓMANA Y MADRE

en Law and Order









Giorgione, La tempestad, 1508

[18-22XI10 en San Francisco, Pué]


martes, 2 de noviembre de 2010

Sépticas 3


Oracular 
Gerardo Lino





Me dijo a la orilla de las primeras copas —no había un solo árbol— que la poesía debe ser oracular. Estábamos hablando de la lectura en voz alta; de las raras ocasiones en que se encuentra uno a un buen lector, que no emborrone las líneas ni agobie al auditorio con sus sonsonetes o mugidos gravedosos; uno que entone sin aspavientos ni timideces aquello que se indica en el papel, la pauta establecida por el autor; cuya dicción sea tan clara que hasta el último de los oyentes se entere casi como si lo estuviera viendo, con las debidas cesuras, siguiendo el ritmo de los versos al pie de la letra y al mismo tiempo con la libertad del conocedor, la de la creación que acompaña a la creación, es decir que hace nacer otra vez el texto (aquí emitió un bufido leve), sin pretender estar por encima de nada sino apoyando su voz en las palabras y apoyando con su voz lo que ellas dicen, sin caer en “interpretaciones” fuera de foco, teatralidades, sino atendiendo al sentido acompasado por los sonidos para que ellos comuniquen el poema.
Cuando dijimos “teatralidades” Julanito de Sal pareció titubear; habíamos discurrido acerca del canto y del arte sutil de la voz portadora de ideas (Valéry), de las emociones prístinas que pasan por las cuerdas vocales y por las herramientas del oído, y de evitar a toda costa (¿a toda costa?) tanto así el aburrimiento cernido sobre los espectadores tal un encantamiento maligno (¡así hablábamos en el rincón de una cantina!) como las expansiones exageradas, porque incluso la oración debe decirse como un ensalmo; luego lo soltó como si nunca lo hubiera pensado o lo hubiera pensado demasiado: “Es que la poesía ¡debe ser oracular!”
Entonces bufé yo.
Sin un solo titubeo (como suelen asediarme), le dije —ya íbamos en la parte baja de la tercera— que en tal caso necesitaríamos escoger un bosque sagrado para los rituales, vestirnos con pieles de cabras, ramas de olivo y laurel en las cabezas, unas bacantes bien formadas, que ni qué, y vino, por supuesto, del mejor de nuestros viñedos —¡si no tenemos un solo palmo de conocimiento de la tierra!—; luego: estar dispuestos —todas las locas y los locos— a sentirnos poseídos por los pertinentes furores, a correr como desaforados tras unas ancas, a revolcarnos entre el mosto y entre la yerba y, claro, a escuchar los misterios de boca de una vieja desdentada y sin ojos —sibila deprimente—, lanzando al aire enrarecido las disposiciones incomprensibles del Destino o la sarta de galimatías que deben leerse luego como la cifra de lo sacro —¡lo sacro!, ¡Dios mío!, para Julanito, que es un confeso ateo.
De seguro no lo dije así, con tal minucia amenazante ni mucho menos con esa coherencia acerca de las incoherencias, pues entrábamos en la cuarta, donde ya se pierde la cuenta y suele sentirse uno confundido, en parajes nunca visitados, llenos de faunos y de ninfas, gente comprensiva y peligrosa. Mejor será visitar de nuevo las irónicas preguntas de Keats en la Oda de un ánfora griega, para quitarnos de una vez por todas (¿de una vez por todas?) pretensiones ingenuas e irrealizables en estos oscuros tiempos —tanto, que las habituales lecturas de poesía son un triste reflejo, ya casi hecho el cadáver, de la pasión a que aspiramos—:

Qué orlada leyenda frecuenta tu figura
            De inmortales o de mortales, o de los dos,
                        En la cuenca del Tempe o en los valles de la Arcadia?
            Qué hombres o dioses son ésos? Qué púberes reacias?
Qué grescas por fugarse? Qué busca enloquecida?
                        Qué flautines y platillos? Qué éxtasis salvaje?
Quiénes son aquellos que al sacrificio se acercan?
            A qué verde altar, oficiante de los misterios,
Los guías, que hacia los cielos muge la novilla,
            Y visten sus costados sedosos con guirnaldas?
Qué poblado ribereño de mar o de río,
            O erigido en un peñón con su fuerte apacible,
                        Se ha vaciado de gente, en la aurora piadosa?
Oh perfil Ático! Talante tan preciso! con trenza
            De tan acabados hombres y mozas de mármol,
Los ramajes del bosque, las yerbas abatidas;
            Tú, silente, de nuestro pensamiento te burlas
Como hace la eternidad: Idilio Helado!